El cuerpo humano es una maravilla de adaptación y resiliencia. De forma natural, responde a los estímulos que le ofrece el ambiente sin emitir juicios: no hay estímulos buenos o malos, simplemente son. Imagina un entorno que te invita a la tranquilidad, donde tienes acceso a recursos que promueven tu bienestar. En estas condiciones, tu bioquímica corporal se alinea de manera armoniosa, permitiéndote funcionar sin que tengas que hacer un esfuerzo extraordinario. En este espacio seguro, te sientes más alerta, feliz y enérgica.
Sin embargo, la realidad a menudo es diferente. Cuando estamos inmersas en un entorno de estrés constante, restricciones, culpa o vergüenza, nuestro organismo entra en un modo de supervivencia. Este entorno hostil activa sistemas de respuesta que pueden manifestarse en síntomas físicos y emocionales: cambios en los niveles de energía, alteraciones en el hambre, problemas de sueño y desajustes en la menstruación. Estas respuestas son esfuerzos del cuerpo para mantenernos a salvo, un mecanismo que, aunque comprensible, puede ser devastador si persiste en el tiempo.
Imagina que estás en un trabajo que te exige mucho y no te brinda apoyo. Cada día, sientes la presión de cumplir con plazos, de satisfacer expectativas, mientras te enfrentas a un entorno poco comprensivo. Tu cuerpo responde: te sientes fatigada, tu apetito fluctúa, y la calidad de tu sueño se ve comprometida. Todo esto son señales de que tu organismo está intentando restaurar el equilibrio, pero el ambiente no colabora.
Entonces surge la pregunta: ¿cómo podemos restablecer el equilibrio en un sistema que no invita a la relajación y el autocuidado? La clave está en entender que el esfuerzo no debería recaer únicamente en el individuo. El cambio debe ser colectivo. Necesitamos construir un entorno que fomente el autocuidado, la compasión y la aceptación. Es esencial que las comunidades se unan para derribar los estigmas que rodean la salud física y mental.
Es importante que las instituciones de salud adopten un enfoque que considere la diversidad y las necesidades individuales. Las consultas médicas deben ser espacios donde se entiendan y comuniquen las variables de estos entornos para entender la salud desde lo macro.
Recuerda:
el equilibrio es un viaje, y estamos en esto juntas. En lugar de cargar el peso de la salud sobre nuestros hombros individuales, abracemos la idea de que nuestro bienestar está intrínsecamente ligado al de los demás.
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